Este semestre conocí un jovencito muy interesante. Parecí muy comprometido con sus estudios,
iba y venia por la escuela con una hermosa gorra azul agua.
En algun momento le presté unas moneadas para que comprara un libro que necesitaba, el acuerdo era que me pagaría cuando lo tuviera.
La mamá me lo quizo pagar y rechace el dinero, le dije que el acuerdo con su hijo debía ser respetado y aunque se tardara 5 años el debería pagarlo y no ella.
Repentinamente deje de ver a este chico, la familia estaba preocupada, parecía que tenia un momento de depresión fuerte, pues parecía que no se bañaba más.
Aveces lo encontraba por ahí y el se volteaba, se hacia como que no me veía.
Ayer lo vi sentado, solo, en una jardinera. Me acerqué y me senté a saludar.
-Hola, ¿cómo estás?
-Bien- dijo secamente
Volteaba interitentemente de izquierda a derecha, como angustiado o fingiendo. Cuando caminé hacia él giro su rostro a la derecha, cuando me acerque por el lado derecho volteba a la izquierda.
-¿Qué haciendo por aquí?
-Nada- fingia nerviosismo
-¿Cómo nada?
-Espero a un maestro
-Por calificación, supongo
-Aja
-¿La reprobaste?
-No
-¿Y entonces qué haces acá?
-Dejar un trabajo
-¿Ya pasaste todas tus materias?
-Sí, ya
Estaba muy raro, miraba a todos lados, tenía un aroma muy fuerte, me daba la impresión de que no se había bañado en varios dias. Su cabello estaba como plastoso y ceboso. La mirada perdida, cualquiera diría que tiene problemas emocionales muy fuertes.
-¿Oiga y usted trabaja aquí?
-¿Cómo?
-¿Es maestro, qué clase da? - me preguntó como si en verdad no me recordara, me quedé durante dos segundos frio. Y entonces entendí el juego.
-Si claro, soy trabajador de aquí
-¿Y qué clase da?
-Ahh, pues soy órientador. ¿Tu eres alumno?
-Sí
-Si hasta clases te di ¿verdad?
-No, yo ni lo conozco
-Claro que sí, si hace dos dias estuvimos una hora platicando- le dije con mucha seriedad, aunque era mentira
-¿Yo?- me preguntó con cara de asombro
-Si, tu estuviste una hora charlando conmigo
-No, yo no
-Solo que tengas un gemelo, ¿tienes hermanos gemelos?
-No, yo no
Todas sus respuestas eran secas, su cabello desordenado, su constante voltear y no mirar a los ojos, parecía que había estudiado a un psicótico.
-Te llamas Ferndando, ¿no?
-No llega mi maestro
-Eres Fernando ¿verdad?
-Y yo aquí esperandolo
-El lunes me dijiste que te llamas Fernando, ¿si eres?
-Si soy y no llega
Me acordé de una historia que leí por ahí y le pedí permiso para contarsela.
La historia trata del hijo de un Rey que un día se volvió loco, se metió abajo de una mesa grande, se quitó la ropa y empezo a cacarear. El rey muy triste observó a su hijo volverse "loco". Llamo a la gente más preparada para que lo curaran.
Llegaron los médicos y no pudieron hacer nada. Luego fueron los sacerdotes y no lograron cambios en el principe que se sentía gallo.
La historia de Fernando se halla envuelta en viajes a médicos, psicólogos y psiquiatras, así que incorporé ese elemento.
Vas a creer Fernando, pero hasta psiquiatras iban a ver al principe gallo y nada, no podían curarlo. El Rey estaba muy triste- Fer me miró con un poco de interes, aunque disimulaba muy bien.
Entonces, un viejo tocó a la puerta del Rey y le dijo, yo puedo curar a tu hijo.
El rey al observarlo notó inmediatamente que el viejo estaba loco.
-Tu estas loco, ¿cómo lo vas a curar?
-Mi rey, para curar un loco, se necesita uno más loco. Y Ud no tiene nada que perder.
Lo dejo entrar y el viejo loco se metió abajo de la mesa con el principe, se quito la ropa igual que el principe y comenzó a cacaraquear
-¿Qué haces?- preguntó el principe
-¿A poco crees que eres el único gallo por aquí?
-Yo soy el gallo- repuso
-Tranquilo, tu apenas eres un polluelo, aquí el gallo soy yo. Tengo mucho más recorrido que tu.
El principie tuvo que aceptarlo, el viejo era un gallo consumado y él apenas empezaba el camino. Pasaron muchos meses y convivian gratamente.
Fernando se reía con la historia, bajito para disimular, pero le gustó la idea de los gallos reunidos.
Un día el viejo se puso ropa y el principe se espantó
-¿Qué haces?
-Me visto, vienen los frios y no quiero morir
-Pero eres gallo
-Soy gallo y la ropa no modifica mi condición de gallo
Un día el viejo salió de la mesa y se sentó a comer con los hombres
-¿Ahora comes como hombre, que te ha pasado?
-Un gallo consumado puede comer con los hombres, ¿tu crees que el estado de gallo cambiaria por eso?
Añadí algo que en la historia no viene, para dejar un mensaje a Fer.
Y antes de que todo acabare el viejo se bañó
-¿Así que te bañas como los hombres? esto es mucho
-Un verdadero gallo puede hacerlo sin ningún problema, será gallo por siempre
La historia estaba por terminar cuando Fernando interrumpió y cambió de tema
-No llega mi maestro
-No te preocupes, a la gente aveces se le olvidan las cosas- le dije para que recordara que el mismo decía haber olvidado que me conocía- así pasa, la gente se olvida de otros, otras veces no se les olvida pero no tienen interés un cumplir con lo que acuerdan.
-No llega y me tengo que ir
-Tu que crees Fernando, ¿cees que el viejito curó al principe gallo?
En la historia, naturalmente el viejo curó al principe, pero Fernando prefirió dar una respuesta muy diferente...
-No lo curó
Entonces entendí...
-¡Tienes toda la razón!- le dije efusivamente- ¡No lo curo! No lo curo por que sencillamente el no estaba enfermo, nada más se hacía menso.
Abrió los ojos, hizo una mueca, sabía que no podía engañarme, supo que por más que lo intentara no me iba a engañar como engaña a otros. Lo dejé solo mientras caminaba riendome.
Oh si, gallos hay muchos y hay niveles, la vida trae experiencias que nos hacen ricos, nos hacen plenos. Todos hemos encontrado gallos en el camino y mientras más viejos mas consumados.
Salgamos a buscar gallos y aprendamos.